Origen e historia del término
El concepto de bien de Veblen surge de la observación de que ciertos bienes de lujo desafían la ley económica tradicional de la demanda. En lugar de reducirse la demanda cuando sube el precio, ocurre lo contrario: un precio más alto hace el producto más deseable para algunos consumidores. Este fenómeno, conocido también como efecto prestigio o efecto Veblen, se denomina así en honor al economista y sociólogo Thorstein Veblen. Veblen fue el primero en destacar, a finales del siglo XIX, la importancia del consumo ostentoso (conspicuo) y la búsqueda de estatus social a través del consumo. Su obra “La teoría de la clase ociosa” (1899) analizó cómo las élites adineradas de la época (los nuevos ricos de la Segunda Revolución Industrial) gastaban dinero en bienes suntuarios como una exhibición pública de poder y prestigio. En esta obra Veblen acuñó el término consumo conspicuo (también traducido como consumo ostentoso) para describir el gasto en productos de lujo con el fin de demostrar riqueza ante los demás.
Aunque Veblen no usó el término “bien de Veblen” en su época, sus ideas sentaron las bases para identificar este tipo de bienes. Más adelante, en 1950, el economista Harvey Leibenstein formalizó estos conceptos introduciendo la noción de efecto Veblen en un influyente artículo donde distinguió entre distintos comportamientos anómalos de los consumidores Desde entonces, se denomina bien de Veblen a cualquier producto de lujo cuya demanda tiende a aumentar al subir el precio, debido al valor de prestigio y exclusividad que el precio elevado le confiere. Históricamente, ejemplos de este fenómeno se han observado mucho antes de Veblen: las leyes suntuarias en distintas sociedades (desde la Roma antigua hasta la Europa medieval) intentaban frenar los excesos ostentosos de las clases altas, lo que indica que el uso del lujo como símbolo de estatus es un rasgo social de larga data. Sin embargo, fue Thorstein Veblen quien primero proporcionó un marco teórico claro para entender este comportamiento dentro de la economía y la sociología modernas.
Análisis epistemológico y teórico
El estudio de los bienes de Veblen trasciende la economía neoclásica tradicional e incorpora dimensiones sociológicas y psicológicas. Epistemológicamente, el concepto desafía la suposición clásica de que las preferencias del consumidor son independientes del precio. En la teoría económica estándar, se espera que al subir el precio de un bien, la cantidad demandada disminuya (ley de la demanda). Los bienes de Veblen representan una anomalía porque violan este principio: en cierto rango de precios, un aumento de precio puede incrementar la utilidad percibida del bien al asociarse con mayor estatus. Esto implica que la utilidad que obtiene el consumidor no proviene solo de las propiedades intrínsecas del producto, sino también de su valor simbólico y social. Dicho de otro modo, el precio elevado actúa como señal de calidad, exclusividad y prestigio, alterando las preferencias mismas del consumidor. La economía institucional y la sociología económica proporcionan el marco teórico para entender estas interacciones: Veblen, como institucionalista, argumentaba que el comportamiento económico está fuertemente influido por instituciones sociales como la moda, la reputación y la emulación social.
Desde un punto de vista teórico, los bienes de Veblen pertenecen a la categoría más amplia de “efectos de interacción” en la demanda. Aquí las preferencias de los individuos no son autónomas, sino que dependen del contexto social: del precio mismo o de cuántas otras personas adquieren el bien. En 1950, Leibenstein distinguió tres efectos relacionados: el efecto Veblen, el efecto snob y el efecto bandwagon. El efecto snob describe la preferencia por bienes exclusivos porque son caros y pocos pueden tenerlos – es decir, el consumidor “snob” valora lo que otros no pueden adquirir, considerando el precio alto como parte de la calidad intrínseca del producto. El efecto bandwagon (efecto arrastre) es lo opuesto: consiste en desear un bien porque muchos otros lo compran, es decir, por imitación o moda colectiva. Por su parte, el efecto Veblen en sentido estricto alude a que el alto precio de un bien de lujo aumenta su atractivo al señalizar estatus, provocando mayor demanda. Estos fenómenos teóricos están emparentados, ya que todos implican una interdependencia social en las elecciones de consumo. No obstante, ninguno garantiza que la demanda crezca indefinidamente con el precio: en la práctica, incluso para un bien de Veblen, existirá un punto a partir del cual un precio exageradamente alto terminará por reducir la cantidad demandada. La curva de demanda de estos bienes puede tener pendiente positiva en un tramo, pero eventualmente retomará la pendiente negativa habitual cuando el precio supera cierto umbral crítico de lo “exclusivo” y pasa a considerarse simplemente prohibitivo.
Otra aportación teórica relevante es el concepto de bienes posicionales desarrollado por Fred Hirsch en 1976. Hirsch acuñó este término para describir aquellos bienes o ventajas cuyo valor depende de su posición relativa en la sociedad. Los bienes posicionales (por ejemplo, vivir en una zona exclusiva, asistir a cierta universidad de élite, etc.) generan satisfacción principalmente porque otorgan una posición de privilegio frente a otros. Este enfoque complementa la idea de Veblen: en ambos casos, el valor de un bien no se explica solo por su utilidad directa, sino por la posición social que confiere. En términos filosóficos, pone de relieve la dimensión social de la utilidad y cómo el deseo humano de distinción y reconocimiento puede modelar los patrones de consumo. Así, la teoría de los bienes de Veblen se entrelaza con nociones sociológicas como la emulación pecuniaria (el impulso de imitar el nivel de consumo de clases superiores) y con la psicología social del consumidor, que estudia cómo la identidad, la autoestima y la comparación social influyen en las decisiones de compra. En suma, el análisis teórico de los bienes de Veblen requiere un enfoque interdisciplinario: comprende elementos de economía del consumidor, teoría de juegos (se puede ver la adquisición de bienes de estatus como un juego de señalización), sociología de las clases sociales y psicología del comportamiento.
Autores y teorías relevantes
El estudio del efecto prestigio y de los bienes de Veblen ha sido enriquecido por numerosos economistas y sociólogos desde la publicación pionera de Thorstein Veblen en 1899. A continuación, se destacan los principales autores y teorías relevantes:
- Thorstein Veblen (1857-1929): Fue el autor original de la idea. En “La teoría de la clase ociosa” describió cómo las clases adineradas practican el consumo ostentoso para exhibir su riqueza y lograr o mantener un cierto estatus social. Veblen introdujo términos como consumo conspicuo y ocio ostentoso, describiendo un patrón en el cual “el ocio y el consumo conspicuo” son la base para “ganar y conservar un buen nombre” en la sociedad de clases. Su enfoque institucionalista lo llevó a criticar las teorías económicas marginalistas, proponiendo en cambio que factores culturales y evolutivos (como la emulación pecuniaria o envidia social) explican comportamientos aparentemente irracionales del consumidor. Veblen es considerado un pionero en vincular economía y sociología, y su legado es tan influyente que su apellido da nombre al efecto y a este tipo especial de bienes.
- James Duesenberry (1918-2009): Economista que a mitad del siglo XX profundizó en las implicaciones del consumo conspicuo. En 1949 propuso el concepto de efecto demostración, estrechamente ligado al efecto prestigio. Duesenberry observó que el consumo de un individuo no depende de forma aislada de su ingreso absoluto, sino de su ingreso relativo respecto a otros. Introdujo la idea de que los individuos comparan su nivel de gasto con el de otros en su entorno (“keeping up with the Joneses”, o mantener el ritmo de vida de los vecinos). El efecto demostración describe cómo una persona aumenta su consumo cuando ve que otros (de referencia) consumen más, para demostrar que está al mismo nivel. Duesenberry también habló del efecto bandwagon (efecto arrastre), señalando que la gente a menudo consume ciertos bienes simplemente porque “todos los demás lo hacen”. Sus ideas, presentadas en Income, Saving and the Theory of Consumer Behavior (1949), fueron importantes para incorporar los factores sociales en la función de consumo.
- Harvey Leibenstein (1922-1994): Fue quien formalizó los efectos de interdependencia en la demanda en su artículo clásico “Bandwagon, Snob, and Veblen Effects in the Theory of Consumers’ Demand” (Quarterly Journal of Economics, 1950). Leibenstein definió claramente el efecto Veblen (incremento de la preferencia por un bien a mayor precio, por motivos de prestigio), el efecto snob (preferir bienes caros o raros para distinguirse de la mayoría) y el efecto bandwagon (preferir bienes porque otros los consumen, buscando pertenencia). Esta clasificación proporcionó un marco teórico en microeconomía para analizar cómo las externalidades sociales influyen en la demanda. Leibenstein mostró que estos efectos podían modificar la elasticidad-precio de la demanda e incluso generar curvas de demanda con pendiente positiva en ciertos tramos. Su trabajo conectó la teoría de Veblen con la teoría del consumidor convencional, y sigue siendo una referencia obligada en textos de microeconomía del consumidor.
- Pierre Bourdieu (1930-2002): Sociólogo francés cuyo libro “La distinción” (1979) analiza la relación entre consumo, gusto y clase social desde una perspectiva sociológica. Aunque Bourdieu no habla de “bienes de Veblen” en términos económicos, su concepto de capital cultural y gusto está emparentado con el efecto prestigio. Bourdieu argumentó que las clases sociales se distinguen por sus preferencias estéticas y de consumo: las élites marcan distancia mediante consumos distintivos (ya sea en arte, ropa, ocio) que las clases bajas no comparten o no pueden imitar fácilmente. Esto guarda relación con la idea de Veblen de que los ricos adoptan ciertos consumos ostentosos para diferenciarse, y cuando estos consumos son imitados por grupos inferiores, pierden valor distintivo. Bourdieu proporcionó un marco teórico para entender el consumo como un lenguaje de estilos de vida y estatus, complementando la visión económica con una comprensión más fina de la dimensión simbólica del consumo. Autores posteriores han comparado explícitamente las teorías de Veblen y Bourdieu sobre por qué la gente consume bienes más allá de su utilidad funcional.
- Fred Hirsch (1931-1978): Economista que en “The Social Limits to Growth” (1976) introdujo el concepto de bienes posicionales. Hirsch señaló que en una economía desarrollada, muchos bienes de consumo masivo pierden capacidad de satisfacer el deseo de diferenciación social, por lo que las personas buscan bienes cuya disponibilidad es limitada y cuyo disfrute depende de que pocos los tengan. Llamó posicionales a esos bienes cuyas ventajas no son expandibles para todos (por ejemplo, vivir frente a la playa, tener un título de una universidad de prestigio, o bienes de lujo exclusivos). Según Hirsch, el término bien posicional engloba a muchos bienes de estatus y lujo: su valor para el individuo se deriva en gran parte de que otros no puedan obtenerlos fácilmente. Esta idea refuerza la lógica del bien Veblen: al ser por definición escasos y deseados, el aumento de precio de estos bienes no reduce su atractivo, sino que puede aumentarlo al subrayar la escasez. Hirsch alertó que existe una competencia social por bienes posicionales que puede conducir a una carrera costosa por el estatus, con implicaciones en bienestar (un juego de suma cero donde el lujo de uno puede implicar la frustración de otro).
- Economistas y sociólogos contemporáneos: En las décadas recientes, múltiples investigadores han explorado el efecto prestigio en distintos contextos. Por ejemplo, Robert H. Frank, en libros como “Luxury Fever” (1999), analiza cómo la búsqueda de estatus mediante bienes de lujo ha generado una “fiebre” de consumo ostentoso, especialmente entre las élites, provocando externalidades sociales y presión para consumir más en todos los niveles de ingreso. Juliet Schor (economista y socióloga) ha estudiado el consumismo y el endeudamiento de clase media por aparentar un nivel de vida alto (lo que conecta con el efecto demostración de Duesenberry). Investigaciones empíricas en psicología económica también han confirmado aspectos del efecto Veblen: por ejemplo, un estudio publicado en Journal of Economic Psychology encontró que en ciertos mercados (como cosméticos para mujeres) hay evidencias de consumo por estatus, donde la preferencia por marcas caras está ligada a la imagen social que proyectan. Asimismo, un análisis en Yale Law Journal destacó la relevancia legal y económica de estos comportamientos, sugiriendo que las preferencias de consumo “relativas” pueden requerir consideraciones especiales en políticas públicas. En resumen, las ideas de Veblen han sido retomadas y ampliadas tanto por la economía del comportamiento como por la sociología del consumo, confirmando su vigencia teórica.
Aplicaciones en diversos campos
El fenómeno de los bienes de Veblen y el efecto prestigio tiene aplicaciones e implicaciones en numerosos ámbitos, que van desde la administración de empresas y el marketing hasta las estrategias de ventas y el análisis socioeconómico:
- Administración y estrategia empresarial: Las empresas que producen bienes de lujo deben gestionar cuidadosamente el equilibrio entre precio, exclusividad y demanda. Desde una perspectiva gerencial, entender el efecto Veblen es crucial para diseñar estrategias de precio premium o precio de prestigio. Muchas compañías de productos de alta gama (moda, automóviles de lujo, joyería, etc.) adoptan políticas de mantener precios elevados e incluso incrementarlos periódicamente como parte de su estrategia de posicionamiento. Esto no solo busca cubrir costes o maximizar el margen unitario, sino reforzar la percepción de marca exclusiva. Un ejemplo es la casa de moda Chanel, que en años recientes ha aumentado repetidamente los precios de sus bolsos icónicos para mantener su aura de lujo. De hecho, Chanel es considerada una de las marcas más exclusivas del mundo, con bolsos que superan los 10.000 € tras sucesivas subidas de precio, sin ver menguada la demanda. En 2023, las ventas de Chanel crecieron sustancialmente y se estima que un 9% del aumento se debió a subidas de precios, frente a un 7% por mayor volumen. Esto refleja cómo una empresa puede impulsar sus ingresos elevando precios en un mercado de bienes Veblen, donde los clientes perciben el bien como más valioso cuanto más caro es. Otra táctica administrativa vinculada al efecto prestigio es el control de la distribución: las marcas de lujo a menudo limitan la oferta (producciones deliberadamente pequeñas, listas de espera para ciertos productos, venta solo en boutiques propias) para crear escasez artificial que sostenga la exclusividad. Algunas incluso llegan a retirar o destruir excedentes antes que rebajar precios, para no “devaluar” la marca. Estas decisiones gerenciales demuestran que en el mercado de bienes de Veblen, la imagen de prestigio del producto es tan importante como su calidad intrínseca, y protegerla es parte esencial de la gestión de la empresa.
- Marketing y ventas: El marketing de productos de lujo se basa directamente en aprovechar el efecto prestigio. Las estrategias de comunicación enfatizan atributos como la herencia histórica, la artesanía excepcional y la exclusividad. Por ejemplo, las marcas de alta gama suelen contar la historia de su tradición y legado para asociar sus productos con autenticidad y estatus (p. ej., fabricantes de relojes suizos que existen desde el siglo XIX, casas de moda con décadas de celebridades vistiéndolas, etc.). Un precio elevado en sí se usa como mensaje de que el producto es de la más alta calidad y reservado a una élite. En cuanto a tácticas concretas, es común la estrategia de precio premium o precio de prestigio, que consiste en fijar un precio muy por encima del costo y de la media del mercado, precisamente para posicionar el bien como artículo de lujo. Esta estrategia explota la percepción de que “precio alto = calidad superior” y realimenta el efecto Veblen: muchos consumidores de lujo desean pagar más porque asumen que lo costoso es mejor y más exclusivo. Las marcas también usan la publicidad aspiracional, mostrando sus productos en contextos de opulencia, con celebridades o personas de estatus, para que el público asocie poseer ese bien con lograr un cierto estilo de vida prestigioso. En ventas, la experiencia es cuidadosamente controlada: boutiques en zonas exclusivas, trato personalizado, ediciones limitadas, eventos VIP de lanzamiento, etc., todo para crear un aura alrededor del producto. Un elemento central es la exclusividad percibida: las firmas de lujo limitan la disponibilidad (ya sea produciendo series limitadas o vendiendo solo a clientes seleccionados) para que los compradores sientan que pertenecen a un círculo restringido. Según un estudio, el 67% de los consumidores de lujo valoran la exclusividad al elegir una marca. Esa sensación de pertenencia a un club selecto puede ser un motor más poderoso que cualquier consideración racional de precio. De este modo, las técnicas de marketing en el sector del lujo se alinean directamente con la teoría de Veblen: se vende prestigio, estatus y rareza, más que el producto en sí. Esto también se observa en campos como el marketing turístico de alto nivel (experiencias exclusivas), el marketing inmobiliario de lujo, o incluso en productos tecnológicos de edición limitada orientados a consumidores premium.
- Comportamiento del consumidor y psicología: En el ámbito de la psicología del consumidor y la administración de ventas, comprender el efecto prestigio ayuda a segmentar el mercado. Los compradores de bienes Veblen suelen ser aquellos con motivaciones de estatus altas: buscan reafirmar su identidad, mejorar su autoestima o comunicar éxito a través de lo que compran. Esto ha llevado a técnicas de neuromarketing y estudios de comportamiento que examinan cómo los consumidores reaccionan ante precios altos. Sorprendentemente, se ha comprobado que el precio puede alterar la experiencia subjetiva del producto: por ejemplo, un estudio de la Universidad de Stanford mostró (mediante resonancia cerebral) que si a las personas se les da a probar el mismo vino pero pensando que uno cuesta 5 dólares y otro 45 dólares, disfrutan más del vino supuesto más caro —literalmente se activa con mayor intensidad la zona de placer en el cerebro. Este hallazgo confirma que el precio percibido forma parte del valor que recibe el consumidor, un resultado que los profesionales de marketing aprovechan al fijar precios de prestigio. En gestión de ventas de productos de lujo, también se entrenan a los vendedores para que nunca justifiquen el precio alto con descuentos, sino que lo presenten como señal de la excelencia del producto. Se cultiva la idea de que al comprar un bien caro, el cliente está “invirtiendo” en sí mismo o accediendo a algo excepcional. Asimismo, la psicología del efecto prestigio se vincula con fenómenos como la urgencia por escasez (por ejemplo, ventas flash de ediciones limitadas que se agotan en minutos) o la validación social (compartir en redes sociales las adquisiciones lujosas para obtener reconocimiento, lo que a su vez incentiva a otros a imitarlas). Entender estos mecanismos emocionales es clave para profesionales de marketing y ventas que buscan impulsar el deseo por bienes que, objetivamente, el consumidor no “necesita” pero sí anhela por su significado social.
- Otras disciplinas económicas y sociales: El concepto de bienes de Veblen se aplica también en análisis más amplios. En macroeconomía y desarrollo, por ejemplo, se ha estudiado cómo en sociedades que experimentan un rápido crecimiento de ingresos (p.ej. economías emergentes) surge una demanda fuerte de bienes suntuarios importados, lo que a veces se interpreta como una forma de señalar el nuevo estatus económico del país o de su clase media alta. En sociología, la idea se entrelaza con estudios de estratificación social: bienes como automóviles de lujo, yates, joyas exclusivas o moda de diseñador sirven como marcadores de clase, y su proliferación o ausencia pueden indicar cambios en la estructura social. También en la antropología se han documentado prácticas de “gasto ostentoso” en diversas culturas (por ejemplo, el potlatch de ciertas tribus del noroeste americano, donde se derrochaban riquezas en ceremonias para ganar prestigio). Incluso en teoría de la comunicación o semiótica, se analizan las marcas de lujo como símbolos con significados codificados de estatus y poder. En el ámbito de la administración pública y políticas de consumo, reconocer la existencia del efecto prestigio puede influir en decisiones como impuestos al lujo (que teóricamente podrían no reducir mucho la demanda de ciertos bienes precisamente por su inelasticidad anómala) o campañas de concienciación sobre consumo responsable. Finalmente, en ética y estudios culturales, el concepto invita a reflexionar sobre la cultura del consumismo: la búsqueda de prestigio a través de bienes materiales se ha vuelto un rasgo distintivo de las sociedades contemporáneas, y disciplinas como la filosofía moral o la sociología crítica analizan sus consecuencias en términos de valores y bienestar social.
Ejemplos históricos y actuales
A lo largo de la historia abundan ejemplos de bienes y conductas que hoy identificaríamos con el efecto Veblen. Estos casos ilustran cómo el estatus y la ostentación han motivado el consumo en distintas épocas, así como ejemplos contemporáneos en los que la dinámica persiste:
- Sociedades premodernas y aristocracias: En las monarquías y aristocracias de la antigüedad y la Edad Media, el lujo era señal de rango. Por ejemplo, en la Roma imperial, la élite organizaba banquetes suntuosos y vestía ropas teñidas de púrpura (pigmento muy costoso) para demostrar su posición. En la Europa medieval y renacentista, la nobleza lucía joyas, trajes de seda, carruajes opulentos, etc., que ningún plebeyo podía permitirse. Tanto es así que se promulgaban leyes suntuarias que restringían el uso de ciertos textiles o adornos a las clases altas, justamente para preservar la exclusividad de esos símbolos de estatus. Un caso curioso son los zapatos de plataforma altísima en la Venecia del siglo XV (chapines), cuya altura ridícula servía para mostrar que la dama no necesitaba caminar ni trabajar – un mensaje similar al ocio conspicuo de Veblen. Estos ejemplos ilustran que el consumo ostentoso existió siempre donde hubo estratificación social; Veblen simplemente teorizaría esos comportamientos siglos después.
- Revolución industrial y Belle Époque: Con el auge de los grandes industriales y la burguesía adinerada en el siglo XIX, se acentuó el fenómeno. Los llamados barones ladrones en Estados Unidos (como Vanderbilt, Rockefeller, etc.) construyeron mansiones palaciegas y gastaban fortunas en arte y objetos lujosos para cimentar su estatus social. En Europa, la Belle Époque vio florecer los grandes almacenes de lujo en París y Londres, y una competición entre millonarios por tener lo más extravagante: desde coleccionar diamantes de récord hasta financiar fastuosas fiestas. Es en este contexto que Thorstein Veblen escribe sobre la “clase ociosa” americana, observando por ejemplo cómo las esposas de hombres ricos servían como escaparate del éxito económico (a través de su vestimenta, joyas y vida de ocio). Un detalle histórico ilustrativo: se popularizó el término “Keeping up with the Joneses” (a partir de una tira cómica de 1913) para aludir a la carrera de consumo entre vecinos pudientes que intentaban no quedarse atrás en demostraciones de riqueza.
- Siglo XX (años 1920-1970): Durante los felices años veinte (los “Roaring Twenties”), tras la Primera Guerra Mundial, hubo un auge de consumo suntuario: automóviles lujosos como Rolls-Royce o Duesenberg se convirtieron en símbolos de estatus para nuevos ricos; la moda femenina de alta costura y las joyas de art déco eran imprescindibles entre la élite. La Gran Depresión frenó temporalmente esta ostentación, que sin embargo resurgió en el boom económico de la posguerra. En las décadas de 1950 y 1960, con el crecimiento de la clase media alta, ciertos bienes como los automóviles de alta gama (Cadillac en EE.UU., por ejemplo) y los electrodomésticos topes de línea se volvieron objetos de deseo relacionados con estatus. Aunque no todos estos ejemplos implican una curva de demanda positivamente inclinada, sí muestran el valor agregado de prestigio: tener “el modelo más caro” de coche, el televisor más grande o la prenda de marca más exclusiva era una forma de distinción social. En los años 70, con la globalización inicial del lujo, marcas europeas como Hermès, Cartier o Rolex empezaron a ser identificadores universales de riqueza en distintos países.
- Bienes de Veblen clásicos: Algunos productos se citan recurrentemente como ejemplos típicos de bienes de Veblen, tanto en la literatura académica como en la cultura popular. Los diamantes son uno de ellos: un famoso eslogan publicitario de los años 1940 decía “un diamante es para siempre”, asociando estas gemas con el amor eterno, pero también con la alta posición social. Paradójicamente, si los diamantes fuesen abundantes y baratos perderían buena parte de su atractivo; su deseabilidad radica en que son costosos y símbolos de lujo. Los automóviles de súper lujo también encarnan el efecto prestigio. Un Rolls-Royce Phantom o un Ferrari de edición limitada no solo brindan transporte, sino que funcionan como estatus en cuatro ruedas. Se suele argumentar que estos coches se vuelven más socialmente deseables cuando su precio se incrementa, justo al contrario de lo que dicta la ley de la demanda, porque el elevado costo refuerza su exclusividad. Por ejemplo, marcas como Rolls-Royce fabrican deliberadamente pocos vehículos al año, artesanalmente, y prácticamente nunca hacen descuentos; al contrario, aumentan precios con cada nueva generación, preservando así el aura de objeto privilegiado. Los grandes vinos y licores añejos constituyen otro caso: un vino de Château Lafite Rothschild o un whisky de 50 años muchas veces encuentran más compradores cuando su precio es astronómico, ya que el precio mismo certifica su rareza y calidad en el imaginario del consumidor. Si costaran poco, perderían credibilidad como bienes excepcionales.
Un automóvil de ultra-lujo, como el Rolls-Royce Phantom, ilustra un típico bien de Veblen: su altísimo precio no ahuyenta a los compradores adinerados, sino que incrementa su atractivo como símbolo de estatus y exclusividad. Poseer un vehículo así confiere prestigio precisamente porque pocos pueden hacerlo, y la marca lo refuerza manteniendo la producción limitada y precios al alza.
- El mercado de la moda y accesorios de lujo: En la actualidad, quizás el ejemplo más visible de bienes de Veblen sean ciertos bolsos, relojes y piezas de moda de alta gama. Un caso emblemático es el del bolso Hermès Birkin, uno de los accesorios de lujo más codiciados en el mundo. Los bolsos Birkin, confeccionados a mano y ofrecidos en cantidades muy limitadas, tienen precios de entrada superiores a 10.000 dólares y pueden llegar a subastarse por cientos de miles si son de ediciones especiales. Este bolso se ha descrito explícitamente como un bien de Veblen, dado que su valor radica en su precio intencionalmente alto y escasez artificial, lo cual alimenta la demanda en lugar de frenarla. De hecho, Hermès controla estrictamente cuántos Birkin entrega a sus tiendas, generando listas de espera y un mercado de reventa bullicioso, todo lo cual realza su aura de objeto de culto. Irónicamente, el éxito del Birkin como símbolo de estatus ha llevado a que comprar uno al precio minorista se considere casi un privilegio; muchos clientes pagan incluso primas mayores en reventa, sabiendo que tenerlo señala cierto estatus. Otro ejemplo es el de relojes de lujo: casas como Rolex, Patek Philippe o Audemars Piguet limitan la producción de algunos modelos populares, como el Rolex Daytona o el Patek Nautilus, provocando listas de espera de años. Esto ha generado que en el mercado secundario los relojes alcancen precios varias veces por encima del precio de venta oficial. El fenómeno es claramente vebleniano: cuanto más aumenta el precio de estos relojes escasos, más parece intensificarse la demanda por parte de compradores que los anhelan como símbolo de exclusividad. De igual manera, en la alta costura y el streetwear de edición limitada (por ejemplo, colaboraciones exclusivas de zapatillas deportivas), se observa que productos lanzados con stock muy limitado e inmediatamente revendidos a precios muy superiores generan aún más deseo en los fanáticos, alimentando círculos de escasez y prestigio.
Un producto emblemático como el bolso Hermès Birkin se cita a menudo como ejemplo de bien de Veblen. Estos bolsos, producidos en cantidades muy restringidas y con precios que empiezan en cifras de cinco dígitos, deben su demanda precisamente a su elevadísimo precio y exclusividad. Se ha dicho que el valor del Birkin es en gran medida “una cuestión de su precio intencionalmente alto”, lo que ha llevado a describirlo directamente como un bien de Veblen. En 2017, por ejemplo, un Birkin de piel exótica con diamantes alcanzó los $380.000 en subasta, y lejos de espantar a los compradores, reforzó la idea de que es el “bolso más codiciado del mundo”.
- Arte, coleccionables y otros mercados: El mercado del arte ofrece también casos ilustrativos. Obras de artistas famosos (Picasso, Van Gogh, Basquiat, etc.) aumentan su demanda a medida que baten récords de precio en subastas. Cada remate multimillonario genera titulares y paradójicamente incrementa el apetito de los coleccionistas por adquirir piezas similares, porque poseer arte de primer nivel se convierte en sinónimo de prestigio intelectual y social. El alto precio pagado funciona como validación de su importancia. De forma semejante, mercados de coleccionables raros –desde autos clásicos, vinos vintage, hasta tarjetas deportivas o NFT en tiempos recientes– han mostrado dinámicas donde precios en alza alimentan más interés. Por ejemplo, cuando un Ferrari 250 GTO de 1962 se vendió por más de $48 millones (récord para un auto clásico), los modelos GTO restantes aumentaron de valor automáticamente y atrajeron todavía más la atención de los acaudalados coleccionistas. Aquí juega tanto la exclusividad (solo se fabricaron 36) como el prestigio de tener “el más caro de la historia”. Incluso activos financieros relativamente nuevos como las criptomonedas han sido interpretados a veces bajo la óptica Veblen: se ha observado que en el auge de Bitcoin, conforme su cotización subía rápidamente, más inversores deseaban comprarlo simplemente porque había subido (temor a perder la oportunidad y deseo de asociarse a un activo “exclusivo”). Algunos analistas describieron a Bitcoin como posible bien de Veblen, argumentando que su demanda crecía en parte por su escasez y por el halo de éxito que le daba un precio cada vez mayor. Aunque el caso de Bitcoin es debatible (hay también efecto red y expectativas de inversión racional), es cierto que muchos adquirientes se sintieron atraídos tras ver titulares de altos precios, un patrón reminiscente del efecto prestigio.
En síntesis, desde las joyas y atuendos de las antiguas cortes reales hasta los bienes de lujo del mundo globalizado actual, el común denominador de estos ejemplos es que el precio elevado lejos de ser un obstáculo, forma parte fundamental de la atracción del bien. Poseer lo costoso y poco accesible satisface algo más que una necesidad material: satisface la búsqueda de distinción, afirmación personal o pertenencia a una élite.
Impacto y relevancia en la economía contemporánea
En la economía contemporánea, dominada en gran medida por la cultura de consumo, el efecto prestigio tiene un impacto significativo, especialmente visible en el próspero mercado global del lujo. La industria de bienes y servicios de alta gama ha crecido de forma sostenida en las últimas décadas, impulsada por consumidores adinerados de todo el mundo y por nuevos ricos de economías emergentes. En 2023, el mercado global del lujo (incluyendo bienes personales de lujo, coches de alta gama, experiencias exclusivas, etc.) alcanzó un valor récord estimado de 1,5 billones de euros (es decir, 1.5 trillones en la notación anglosajona), creciendo cerca de un 8-10% respecto al año anterior. Este crecimiento sostenido se ha dado a pesar de incertidumbres económicas como recesiones o crisis sanitarias, lo que sugiere una relativa inmunidad del sector lujo a las turbulencias. De hecho, se habla de una “burbuja del lujo” que ha resistido incluso épocas de alta inflación o desaceleración global, sustentada en que los muy ricos siguen gastando –y cada vez a edades más jóvenes– sumas crecientes en este tipo de bienes. El efecto Veblen es parte de la explicación: en mercados de alto poder adquisitivo, subir precios estratégicamente no suele hundir las ventas, sino que en muchos casos las refuerza, como demuestran las políticas de precios de marcas como Chanel, Louis Vuitton, Hermès y otras, cuyos ingresos han escalado en años recientes en buena medida gracias a incrementos de precios combinados con alta demanda.
El impacto en la economía global también se refleja en la configuración del comercio internacional. Países como Francia, Italia o Suiza, con fuertes industrias de lujo (moda, vinos, relojes), se benefician de exportaciones rentables de bienes de Veblen a mercados como China, Oriente Medio o Estados Unidos. Asimismo, en las principales capitales del mundo se ha visto un auge de tiendas boutique, hoteles cinco estrellas, restaurantes gourmet y otros servicios orientados a consumidores que buscan experiencias de prestigio. Esto ha llevado a la llamada “economía de la experiencia de lujo”, donde no solo cuentan los bienes tangibles sino también servicios exclusivos (viajes en primera clase, turismo médico premium, etc.) que operan bajo la misma premisa: precios altísimos que en lugar de espantar clientes, les atraen por la promesa de algo único.
En términos de conducta del consumidor agregada, la presencia de un amplio segmento de bienes Veblen puede distorsionar algunos patrones. Por ejemplo, la elasticidad de la demanda en el sector lujo tiende a ser atípica: mientras que los bienes normales muestran elasticidades precio negativas (más demanda cuando baja el precio), los bienes de Veblen pueden mostrar elasticidades positivas en ciertos rangos de precios. Esto complica las predicciones de mercado basadas en modelos estándar. También se observa un efecto en la distribución del gasto: a medida que aumenta la desigualdad económica, una proporción del consumo total se concentra en artículos de altísimo valor adquiridos por minorías acaudaladas, lo cual puede inflar cifras de consumo sin necesariamente reflejar un bienestar amplio. Algunos economistas han discutido que el gasto en bienes de estatus puede ser en gran parte derroche positional: es decir, un juego competitivo donde el beneficio individual de destacar conlleva poco beneficio social neto, e incluso presión sobre otros para gastar más (por ejemplo, presión sobre profesionales de clase media a endeudarse para “estar a la altura” en ciertos círculos).
Por otro lado, la relevancia del efecto prestigio es tal que ha dado lugar a mercados especializados como el de la reventa de lujo. Sitios de subastas o plataformas de segunda mano de artículos de lujo (vestuario vintage de marcas, relojes de edición limitada, etc.) prosperan porque muchas veces la demanda excede la oferta primaria. Este mercado secundario refleja que los bienes Veblen mantienen su valor (o lo aumentan) con el tiempo precisamente por su codiciada exclusividad. Incluso se han generado inversiones alternativas: hay quien compra bolsos o relojes no para usarlos, sino como activos que se revalorizarán (se ha reportado que ciertos bolsos Hermès han tenido retornos comparables o superiores al oro en la última década). Todo esto indica que estos bienes, más allá de su función original, actúan como depósitos de valor de estatus en la economía contemporánea.
En suma, el efecto prestigio importa no solo a nivel micro (comportamiento individual) sino también macro: sostiene una parte importante del comercio global, influencia patrones de consumo e inversión, y refleja dinámicas de riqueza en la sociedad actual. Entenderlo es clave para empresas, analistas de mercado y formuladores de políticas que deban lidiar con segmentos de consumo de lujo. Por ejemplo, ante una recesión, muchas marcas de lujo no reducirán precios (contrario a lo que harían bienes normales) sino que incluso podrían aumentarlos para reforzar su carácter aspiracional, protegiendo sus márgenes a costa de vender menos unidades pero a clientes más exclusivos. Y suele funcionar.
Perspectivas críticas y debates
La teoría de los bienes de Veblen, si bien ampliamente aceptada como válida en ciertos mercados, no está exenta de debates y críticas:
Racionalidad del consumidor y alcance del fenómeno: Una de las discusiones centrales es qué tan generalizado es realmente el efecto Veblen. Críticos señalan que la mayoría de los consumidores no reacciona de forma positiva a subidas de precio – el comportamiento vebleniano estaría limitado a segmentos muy específicos (ultra ricos, bienes muy exclusivos). Para el grueso de bienes en la economía, la ley de la demanda estándar sigue vigente. Incluso para bienes de lujo, se argumenta que la pendiente positiva de la demanda solo ocurre en un tramo delimitado: si bien un aumento de precio de, digamos, $5000 a $8000 puede hacer más deseable cierto reloj de lujo para algunos clientes adinerados, habría un punto (quizá $50.000) en que ese mismo bien ya encontraría menos compradores. La propia literatura económica matiza que la curva de demanda de un bien Veblen no es monótona creciente indefinidamente; más bien tiene una sección anómala pero eventualmente la demanda cae si el precio sigue subiendo. Esto indica que el efecto prestigio tiene límites y condiciones: suele requerir que el precio comunique algo importante (calidad excepcional, rareza, estatus) y que existan compradores insensibles al precio hasta cierto nivel. Si esas condiciones cambian (por ejemplo, si aparece un sustituto más novedoso o la marca pierde prestigio), la demanda puede volverse normal o incluso colapsar.
Distinción entre efecto Veblen y calidad superior: Otro debate es separar cuánto del apetito por bienes caros se debe al “efecto prestigio puro” (estatus) y cuánto a que, objetivamente, muchos bienes más caros sí ofrecen mayor calidad, funcionalidad o artesanía. Por ejemplo, un coche de lujo a $100.000 suele tener mejor ingeniería y materiales que uno de $20.000; un reloj suizo fino tiene una precisión y acabado artesanal superior al de un reloj básico. Algunos defensores de las decisiones de consumo de lujo argumentan que no es irracional pagar más, porque se obtiene un producto mejor, duradero o con mejor servicio. Sin embargo, los críticos responden que a menudo el sobreprecio excede con creces la mejora funcional. Es decir, puede haber calidad superior pero el premio de precio pagado suele desproporcionado y ligado más a la marca y exclusividad que a la utilidad marginal. Estudios de marketing han demostrado que el precio elevado altera la percepción de calidad más allá de la calidad real. Así, continúa el debate sobre si los bienes de Veblen son un mero capricho irracional o si en parte reflejan una búsqueda de excelencia (aunque envuelta en símbolos de estatus).
Implicaciones sociales y éticas: Desde una perspectiva crítica, se cuestiona el efecto de estos patrones de consumo en la sociedad. El economista Juliet Schor, por ejemplo, ha advertido que la difusión del consumo ostentoso genera una “carrera de armamentos” simbólica, donde incluso individuos de ingresos medios sienten presión por gastar en bienes de marca o status para no parecer “menos” que sus pares, contribuyendo a problemas como el sobreendeudamiento familiar o la insatisfacción crónica. Se ha hablado de la “trampa de la comparación” en la que el bienestar subjetivo se ve socavado porque siempre habrá alguien con bienes más lujosos, lo que alimenta un ciclo de consumo poco saludable. Por otro lado, sociólogos y filósofos critican la dimensión de alienación y materialismo: que el valor social de una persona esté ligado a objetos externos costosos puede considerarse una patología cultural, fomentada por la publicidad y el capitalismo tardío. También se plantea la cuestión de la sostenibilidad: los bienes de Veblen suelen implicar alto impacto ambiental (moda de lujo con pieles exóticas, yates con gran huella de carbono, etc.) y su producción para un consumo esencialmente suntuario es difícil de justificar éticamente en un mundo con desigualdades significativas. Estas críticas no niegan la existencia del fenómeno, pero lo enjuician desde una óptica normativa.
Validez en la era digital y nuevas formas de prestigio: Un punto de debate es cómo ha evolucionado el efecto prestigio en la era contemporánea. Por un lado, los bienes materiales clásicos (autos, moda, joyas) siguen siendo importantes, pero por otro, surgen nuevos marcadores de estatus quizá menos tangibles: por ejemplo, el número de seguidores en redes sociales, viajar a destinos remotos (turismo de estatus), tener tiempo de ocio (en ciertos círculos profesionales, estar muy ocupado es estatus, pero en otros, tener libertad de agenda lo es). Algunos teóricos sugieren que el concepto de Veblen puede extenderse a estas áreas: hay un “consumo conspicuo” de experiencias o de estilo de vida. ¿Cómo encaja esto con bienes de Veblen tradicionales? Se debate si en el futuro el estatus dependerá menos de poseer objetos caros y más de otros factores (educación, influencia, etc.), lo que podría relegar un poco el papel de los bienes materiales de prestigio. Sin embargo, las cifras del mercado de lujo y la expansión a nuevos mercados indican que, al menos por ahora, la economía del estatus material sigue robusta. Incluso en plataformas digitales se observan cosas como la venta de artículos virtuales exclusivos (por ejemplo, prendas o accesorios para avatars en videojuegos, o los NFT coleccionables) que reproducen la lógica de “pago mucho por algo inútil físicamente, pero que me da distinción en cierta comunidad”.
Políticas económicas y bienestar: Por último, existen debates sobre cómo debe reaccionar la política económica ante los bienes de Veblen. Algunos proponen impuestos elevados al lujo, argumentando que dado que este consumo es en buena parte posicional, gravarlo no reduciría significativamente la utilidad agregada (porque es un gasto de estatus relativo) y generaría recaudación para fines sociales. De hecho, impuestos históricos como el de automóviles de gran cilindrada o el IVA más alto a joyas y pieles se han justificado así. Otros economistas, sin embargo, señalan que definir qué es “lujo suntuario” puede ser difícil y tales impuestos podrían tener consecuencias no deseadas (contrabando, impacto en empleos de sectores artesanales, etc.). También se discute si el Estado debe desalentar el consumismo ostentoso por motivos de salud social (por ejemplo, campañas educativas que fomenten valores menos materialistas), aunque esto entra en terrenos de ingeniería social poco populares. En cualquier caso, el debate persiste: la existencia de los bienes de Veblen plantea preguntas sobre la eficiencia del mercado (¿son desperdicio de recursos?), la equidad (¿contribuyen a la desigualdad?) y la felicidad humana (¿realmente satisfacen o generan un ciclo sin fin de aspiración?).
Conclusiones de los debates: La teoría de Veblen, con más de un siglo de antigüedad, ha sido confirmada en muchos aspectos pero también reinterpretada. Se reconoce que el efecto prestigio es real y observable en numerosos contextos, pero se ubica como complemento de la teoría del consumidor estándar, no como reemplazo universal de esta. Es decir, coexistimos en una economía donde para la mayoría de bienes vale la lógica utilitaria convencional, pero para ciertos bienes de estatus vale una lógica posicional. Las críticas invitan a reflexionar sobre las implicaciones de esa lógica: entender qué motiva a los consumidores puede ayudar tanto a las empresas (para satisfacer esas motivaciones de forma quizá menos derrochadora) como a la sociedad (para mitigar efectos negativos asociados, si se consideran problemáticos). En definitiva, los bienes de Veblen y el efecto prestigio siguen siendo un terreno fértil de estudio interdisciplinario, cruzando economía con sociología, psicología y ética, y manteniendo plena relevancia en la economía contemporánea donde la búsqueda de estatus continúa siendo un poderoso motor del comportamiento humano.
Libros Recomendados
La teoría de la clase ociosa (Thorstein Veblen): analiza el consumo ostentoso como expresión del estatus social.
La distinción (Pierre Bourdieu): explica cómo los gustos de consumo reflejan diferencias de clase social.
La riqueza de las naciones (Adam Smith): obra clásica sobre demanda, valor y consumo económico.
Las trampas del deseo (Dan Ariely): explora cómo factores psicológicos influyen en decisiones económicas irracionales.
La sociedad del cansancio (Byung-Chul Han): aborda cómo la búsqueda constante de éxito y estatus afecta psicológicamente a la sociedad contemporánea.
Psicología económica (Richard H. Thaler): analiza comportamientos económicos que se alejan de la racionalidad tradicional.
La felicidad paradójica (Gilles Lipovetsky): estudia cómo el hiperconsumo impacta la felicidad y el bienestar social.
Capitalismo y consumo (Zygmunt Bauman): crítica sociológica sobre el consumismo y la búsqueda de estatus.
Teoría del consumidor (José Luis Escrivá): presenta fundamentos y aplicaciones prácticas sobre decisiones de consumo.
¿Cuánto es suficiente? (Robert Skidelsky y Edward Skidelsky): reflexiona sobre el deseo humano ilimitado y la cultura del consumo excesivo.
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